Projecte guanyador del Visionat de portafolis SIGMA 2020 que celebrem al Pati Llimona de forma anual.
La Gabriela Quinche ens presenta el seu projecte en format de diari, una narració gràfica del seu dia a dia en temps de confinament:
“El 14 de marzo de 2020, el día que empezó la cuarentena por la covid-19, hice la primera foto de este proyecto que quiero compartir. De hecho, no solo se comparten posesiones, información o miradas, sino también estados y formas de sentir, quizá todas y todos de alguna manera hemos compartido algo en los momentos que hemos estado confinados.
Mi proyecto toma como hilo conductor las distintas fases de esta cuarentena. La primera foto representa el final de una normalidad, y le siguen otras que reflejan distintas fases personales, para terminar con imágenes que vislumbran el nuevo comienzo. Hacer fotos en casa empezó a ser un juego diario, o mejor dicho, un diario íntimo en el cual empecé a tomar mi cuerpo como objeto y utensilios cotidianos de mi casa como símbolo, recuerdo y representación de estados de ánimo, de sueños y de mi vivencia en cuarentena.
La primavera en época de cuarentena sobre todo fue ver el cambio de estación con el rayo de luz que entraba por mi ventana y ver crecer las semillas de ajíes que había traído de Ecuador, detalles que hasta entonces no había apreciado lo suficiente. Al principio parecía idílico trabajar en casa, cocinar nuevas recetas, y no tener que levantarse temprano para tomar el tren e ir a trabajar, pero con el paso de los días, que se hacían repetitivos, hubo momentos de tristeza, en mi caso por estar lejos del lugar donde nací y por no poder ayudar de mil maneras a la gente que más afectada estaba.
Pensaba en las mujeres trabajadoras, en Marty y sus ventas de dulces en la calle, en las mujeres maltratadas, en las personas que no tenían techo ni comida, y cómo la gente yacía en las calles mientras el virus se apoderaba de sus vidas. Soñé con personas en las que estaba pensando, y también soñé que mi pareja me mataba. Este fue uno de los sueños más intensos que he tenido, porque tuve la experiencia de morir sin haber muerto.
Todo esto me ocasionó preocupación y malestar, pero también alimentó mi proceso creativo. En el momento de jugar con la luz las penas quedaban opacadas y con el paso de los días la calma volvía a ser parte de mí. Salir a buscar comida o ir a tirar la basura eran una aventura, y mi cámara era la única que me devolvía la mirada de complicidad que buscaba en algún transeúnte con quien me cruzaba en los pocos metros en los que me movía.
Así pasaron casi tres meses, sin poder ver el mar que está al lado de casa, ni a mis seres queridos. Y ahora parece que todo vuelve a la normalidad: el ruido de la ciudad, las prisas de quien la habita y la novedad de que ya no se dan dos besos para saludar, ni siquiera la mano, y la distancia es la muestra de cariño que se puede ofrecer.”
Gabriela
Sala Ruïnes.
Visita comentada amb l’autora:
19/02 de 19 a 19.30h Inscriu-t’hi aquí